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MAR DEL PLATA ME MATA. VIERNES 9 A.M.
Yo seré siempre / el mendigo en el andén / de un pueblo fantasma / donde nunca pasa el tren
El mendigo en el andén, David Lebón y Charly García, Serú Girán, 1978
Alguna gente haciendo jogging, otra yendo a trabajar e incluso unos pocos tomando el amable sol de agosto en los bancos: una mañana como tantas en una plaza cualquiera. Enfrente, un edificio de esos que hacen juego con el tipo de gente cuya idea de crisis consiste en no viajar a Europa por este año.
Un terrier de unos pocos años de edad salió a los saltos del edificio, cruzó la calle y trepó la cuesta, poco menos que llevando a la rastra a la elegante dama que sostenía la correa por el otro extremo. Tan pronto como el terrier llegó a un claro apropiado se detuvo, tomó posición, cagó un soretito que entraría en un dedal de costurera, avanzó unos pocos pasos y arañó vigorosamente el suelo. La mujer sacó una bolsa plástica, recogió la cagadita, anudó el envoltorio y lo arrojó a uno de los tantos recipientes de basura de la plaza. En serio. Una prueba de que los extraterrestres están entre nosotros.
Mientras el terrier y su ama continuaban con su paseo, un hombre se detuvo frente al recipiente de basura. Era alto, delgado, de cabello oscuro, y tenía el aspecto de haberse peinado por última vez para la asunción del Virrey Cisneros. Iba vestido con vaqueros y una campera de jean deshilachada.
El hombre miró en el interior del recipiente, metió su brazo, sacó la bolsa plástica, reprimió un gesto de asco al ver su contenido y la volvió a meter tristemente. Siguió caminando rumbo a una cabina telefónica. Hizo algo que yo hacía de chico para poder comprarme un chocolatín: buscó monedas olvidadas. Levantó el tubo y lo volvió a colgar. De lejos no parecía que hubiera conseguido nada.
Cuando uno duerme en la calle no toma vino porque sea un vicioso, o porque quiera evadirse: toma vino porque el alcohol calienta el cuerpo y se pasa mejor la noche al sereno. Uno emplea las pocas monedas que se consiguen en comprarse un tetrabrik de una de esas marcas que jamás auspiciarán "CQC"; la comida se obtiene cuando sacan la basura en las panaderías, las pizzerías o los locales de comida rápida. Menú McHomeless. ¿Bailamos el Pogo del Payaso Asesino?
El Siglo de Oro Español es también la época de los Austrias menores, unos reyes ineptos que hicieron méritos acabados para llevar ese mote; reyes que reinaban rodeados de consejeros corruptos e ignorantes ("there is a blind leading the blinds"). El expresionismo alemán es posterior a la derrota en la Primera Guerra Mundial y contemporáneo de la hiperinflación y del ascenso de unos simpáticos muchachos de camisas pardas, amantes de la cerveza y de partirles la cabeza a socialistas, comunistas, demócratas y (especialmente) judíos. El neorrealismo italiano nace de la devastación posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esta es, si se quiere, la nota optimista: en medio del desastre, todavía se puede mantener la cabeza en alto y producir arte. Es la naturaleza humana: apretar los dientes y arremeter, e insistir, insistir, insistir. Ya sabemos que por estas latitudes todo va a terminar como en Mad Max; pero, como dijo Martin Luther King, "si me dijeran que el mundo se termina mañana, yo igual seguiría cuidando mi manzano".
En una de ésas el mundo ya se acabó y a nosotros no nos avisaron.
Una versión anterior fue reproducida en la desaparecida revista virtual uruguaya LadoB..., en su número 20 - setiembre de 2002.
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