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CON LOS PUÑOS LLENOS DE ROCK
El rock nació como música visceral, urgente, tan urgente como esas descargas hormonales adolescentes que sólo puede calmar el encuentro de otro cuerpo: el cuerpo de alguien a quien amar... o el cuerpo de alguien a quien aporrear. Y, sí: el rock tendrá cincuenta años, pero sigue siendo tan peleador como los chicos de la esquina de tu casa... (Nota originalmente publicada en 45 RPM).
"Lo que nos cansa y envejece no es la tradición, sino la moda". Gilbert Chesterton, escritor inglés (1874-1936)
ESPIANDO DIRECTORIOS
Hace unos días tuve que trabajar circunstancialmente en una PC que no era la mía. Estaba en una oficina en la que no había nadie, la tarea que tenía que hacer era bastante mecánica y la PC no sólo tenía unos lindos parlantes sino que tenía instalado el Winamp, así que se me ocurrió poner algo de música de fondo. Busqué los directorios que tenían archivos musicales y me divertí mucho viendo lo que había. Miranda! convivía con Green Day, Ricardo Arjona con Marilyn Manson, U2 con Sui Generis y Shakira; sólo faltaban Don Chicho, Napoleón, Carnera y San Martín.
Los gustos musicales de una persona común y corriente suelen ser así de caóticos; lo raro es lo contrario, la homogeneidad absoluta, la persona a la que sólo le gusta un estilo determinado y nada más. En el primer caso, se trata de personas que dividen a la música simplemente en aquella que le gusta y aquella que no; en el segundo caso, sospecho que la división es diferente: está la música que les gusta y la que han decidido que no debe gustarles.
Esta curiosa división suele ser producto de anteojeras ideológicas, más que de un gusto musical que admite pocas variaciones. Esto es evidente en los casos en que esas anteojeras tienen que ver con categorías más bien difusas, como la música "independiente", entendiendo por ello a la música editada por fuera del oligopolio de las grandes compañías grabadoras: curioso criterio que, por ejemplo, obligaría a despreciar a The Doors para abrazar a Valeria Lynch...
ROCK DE EDIPO
Aquí vienen unas líneas de sociología de cafetín. ¿Por qué alguien querría embanderarse con un estilo musical y abominar de los otros? En nuestras sociedades multitudinarias de hoy estamos mucho más cerca de ser un número anónimo que de ser un alguien concreto, de carne y hueso y sangre. Rodeados de miles de personas con las que apenas compartimos la calle y poco más, tenemos dos necesidades que sólo superficialmente parecen opuestas: la de diferenciarnos de los demás y la de ser parte de algún "nosotros". Necesitamos pertenecer a una tribu, en suma.
En ninguna otra edad esto es más perceptible que en la adolescencia. Los cambios psicológicos y fisiológicos son tan enormes que sólo alguien que esté pasando por lo mismo los puede entender; los padres, los profesores, hasta los hermanos mayores, quedan irremediablemente fuera del "nosotros" del que hablaba; son "ellos". Y ese "ellos" arrastra, irremediablemente también, a la música que escuchan.
Cada generación adolescente necesita casi desesperadamente una música que sea propia (la música de "nosotros"). Cada generación, como Edipo, debe matar a su padre, metáfora que es aún más cierta en el rock. ¿Ya nos olvidamos de las remeras de Pink Floyd que usaba Johnny Rotten, a las que "intervenía" quemando los ojos de las imágenes de los músicos y pintado la frase "odio a" antes del nombre de la banda? ¿Alguien se acuerda de las (terribles) críticas de unos entonces noveles Fabulosos Cadillacs a Charly García y Fito Páez? (Después uno se entera que Rotten, en su casa, escuchaba a David Bowie, Can, Neil Young, ¡Van Der Graaf Generator! O que Flavio Cianciarullo, bajista de los Cadillacs, antes de conocer a Madness y The Specials, era fan de ¡León Gieco, Invisible y Serú Girán!).
De esta necesidad de diferenciarse nace una enfermedad típica del rock argentino: las dicotomías al estilo River - Boca, como García - Spinetta a comienzos de los '80 o la inmortal Soda Stereo - Redonditos de Ricota, que nació con Sumo en el lugar de los Redondos y continúa hoy cuando ninguna de las bandas existe desde hace años. Pero esa es una situación patológica que merece una nota entera, y la dejaremos aquí.
Para terminar, una regla extraída de la contemplación de la historia de cinco décadas de rock, que tal vez sea de utilidad para aquellos que buscan una manera de desmarcarse del presente musical.
El tabú de hoy suele ser la bandera de la generación de mañana.
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