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LOS PECADOS DE FIDEL CASTRO

A propósito de la dolencia que recientemente obligara al líder cubano Fidel Castro a ceder el poder a su hermano Raúl, han proliferado los análisis sobre la historia, el presente y el futuro de la Revolución Cubana. He aquí nuestras opiniones, que esperamos que escapen por igual al facilismo del ditirambo, a la demonización fundada exclusivamente en el odio y a la comodidad del justo medio.

DE ERRORES Y DE ACIERTOS

Recuerdo haber leído hace mucho una afirmación que me quedó grabada, y que lamentablemente no recuerdo a quién se debe. Decía algo así como que a los gobiernos populares argentinos se los había criticado por sus errores, pero habían caído por sus aciertos. ¿Quién se cree hoy, por dar un solo ejemplo, que Arturo Illia fue derrocado por la morosidad administrativa de su gobierno? Habría que buscar los motivos de los golpistas por otro lado, por cerrarle la puerta al retorno del peronismo por vía de elecciones libres, por ejemplo, o por derogar la legislación que perjudicaba las superutilidades de los oligopolios bancarios, petroleros y farmacéuticos, o por reprimir la creciente liberalización de las costumbres que alarmaba a los retrógrados de siempre. Con la Revolución Cubana pasa algo similar: se la critica por los costados más vulnerables pero se la abomina por sus fortalezas. Cierto: en Cuba hay presos políticos y no hay libertad de asociación ni de prensa. Pero ¿con qué autoridad pueden hablar de "respeto a los derechos humanos" aquellos que han convertido a Guantánamo en un oprobio que nada tiene que envidiar a los gulags del comunismo soviético? ¿O los sostenedores de gobiernos opresivos como los de Egipto, Arabia Saudita o Pakistán? O más cerca de nosotros ¿por qué los principales críticos del régimen castrista son los medios y los figurones de la política que aplaudieron a una dictadura criminal infinitamente peor? No, no son los fusilamientos de opositores ni la censura de prensa los pecados que no se le perdonan a Fidel Castro, porque si fuera sólo por eso, hace rato que lo podríamos ver tomando un amable té con el Primer Ministro británico, como hace poco hiciera alguien que por arte de la magia de un par de concesiones dejó de ser un dictador promotor del terrorismo: el líder libio Moammar Gaddafi. No señor. Los pecados imperdonables son otros.

LOS VERDADEROS PECADOS QUE NO SE LE PERDONAN A CASTRO

Antes de la Revolución, y más allá del corrupto y sangriento dictador Fulgencio Batista, el verdadero poder en Cuba eran las multinacionales azucareras y frutícolas norteamericanas y la mafia de Nueva York, que con la vista gorda de las autoridades había convertido a La Habana en una capital mundial del juego, la trata de blancas y el tráfico de drogas. Imperaban la miseria y la injusticia, y la garantía del statu quo era un régimen terrorista apoyado por la Casa Blanca. El derrocamiento de una tiranía semejante es el primer pecado imperdonable de la Revolución: demostrar que la invencibilidad del Imperio y sus procónsules locales es un mito.La Revolución, a lo largo de casi medio siglo, construyó un Estado que garantiza a cada cubano una atención educativa y sanitaria de una calidad que no tiene igual en el resto de Iberoamérica. Ése es el segundo pecado imperdonable: demostrar que, con todos los defectos y límites que se quiera, es posible crear una sociedad más justa e igualitaria. El tercer pecado imperdonable es simplemente haber dado el mal ejemplo de subsistir: Fidel Castro lleva más tiempo en el poder que casi todos los soberanos del mundo, con la excepción de la Reina de Inglaterra y el Rey de Tailandia. Todo esto en las narices del imperio más poderoso del que se tenga memoria, y sobreviviendo al aislamiento al que lo condenaron, primero, el surgimiento de decenas de dictaduras militares hostiles en su propio continente, y segundo, el derrumbe uno tras otro de sus estados amigos, cuatro de los cuales hoy no siquiera existen como tales: la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y Yugoslavia. Cuba sí, lo que debiera llamar a reflexión a aquellos que consideran al castrismo como a un mero estalinismo con ritmo de son.

LAS HUELLAS DEL COMBATE

Tantas décadas de hostigamiento han dejado su huella: no hay principio más sagrado en el campo de batalla que la unidad de mando, y en la lucha por subsistir, la Revolución ha terminado por concentrar el poder en un solo hombre, Fidel Castro. También ha terminado por impregnarse de una lógica militar que desborda paranoia y que no puede tolerar la menor crítica por reputarla quintacolumnismo. Destacar que muchos de los que lo llaman dictador a Castro hayan aplaudido a asesinos seriales como Augusto Pinochet me preocupa menos que los riesgos habitualmente asociados con todo personalismo: la hostilidad hacia los puntos de vista diferentes a los del caudillo y el problema de la sucesión. ¿Hay en el Partido Comunista de Cuba alguien capaz de decirle a Castro que está equivocado, y que, por ejemplo, las restricciones a la emigración no sólo son un obstinado error, sino una bendición para sus enemigos? Si no hay tal persona ¿es posible que haya alguien capaz de desempeñar su puesto en medio de un panorama difícil como el actual?En todo caso, éste es un tema que sólo el pueblo cubano puede resolver. Y si Fidel Castro tiene cuentas que saldar con su pueblo, corresponde a él y sólo a él pedirle al anciano líder que le rinda cuentas. Aquellos que pretenden hablar en su nombre harían bien en darse cuenta de que ya pocos les creen.

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