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El cochecito
ya se aventuraba por Figueroa Alcorta cuando, estando detenido en un semáforo,
el Apóstol vio a la policía llevándose detenido a un caballero. Gardel se
anticipó a la pregunta y dijo:
- Es el señor
Ricardo Tapia. Lo arrestan por colado. Cada tanto pasa. Se quiso colar en
La tarde caía
con prepotencia vespertina cuando el Apóstol vio que el cochecito se detenía
en la puerta del Aeroparque Metropolitano. Gardel carraspeó, silbó una parte
del estribillo de "Vamos a la playa", abrió la sección hípica del
matutino "
- Aquí termina
el recorrido por el Infierno. Para pasar al Paraíso tiene que trasponer las
puertas del Aeroparque.
El Apóstol agradeció,
se bajó del coche y enfiló hacia la entrada. Al llegar, mostró al guarda su
boleto de ingreso al Paraíso. Notó que el funcionario se quedó esperando algo
más, sin dignarse a expresarlo.
Pasaron un par
de esos elásticos instantes compuestos de centenares de segundos hasta que
el guarda dijo:
- Pasaporte,
por favor.
- ¿Pasaporte?
¿No alcanza con este boleto?
- Hasta 1991
sí, pero entonces se privatizó el Paraíso argentino y los que lo compraron
se lo llevaron para ampliar el de Barcelona, que les estaba quedando chico.
Ahora es viaje internacional, no de cabotaje. Si no me muestra su pasaporte
no puedo dejarlo pasar.
- No lo traje.
- Sudaca de porquería
- dijo el guarda, con una amplia sonrisa.
Desconsolado,
el Apóstol caminó y caminó durante unos largos cinco minutos hasta que sintió
que sus fuerzas lo abandonaban. Se acurrucó en un umbral, a la espera de que
sus fuerzas se dignaran en regresar, confiado en que sin él no podrían ir
muy lejos. Rápidamente cayó en un profundo sueño. En él, se le apareció una
figura bañada en suave luz blanca que le dijo: "duerme, oh Apóstol, que
yo te mostraré el Paraíso".
¡
Sí,
Y el Apóstol
entonces recordó. "¡
(Continúa)
(1) El lector puede saltear la lectura de este capítulo, a los efectos de un mayor disfrute de la obra.
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